Navarra y sur de Francia con niños. I

Del 25 al 31 de marzo de 2013.

Una de las cosas que más me gusta de la autocaravana es la capacidad y facilidad para modificar los planes de viaje y vacaciones. Aunque esa sensación ya la tenía en mis tiempos mozos con la tienda de campaña y el saco de dormir y posteriormente con la caravana, ahora la veo reformada por la mayor autonomía, independencia y libertad de movimientos que ofrece la autocaravana.

Digo esto porque todos hacemos planes y a veces, más de las que uno piensa, hay que cambiar algo y optar por otras alternativas. A mí personalmente nunca me ha gustado cerrar del todo un viaje, siempre creo en los imprevistos, en alargar o acortar las visitas a los lugares elegidos, en desviarse para visitar un lugar recomendado…, aunque ahora con familia hagamos una mayor planificación.

En esta Semana Santa el objetivo estaba muy claro, disponer de unos días para conocer en familia sitios nuevos y disfrutar de la naturaleza y terminar con unos días en un camping de nuestro gusto para disfrute y relajo familiar. Para los primeros días, que es la experiencia que ahora os voy a comentar, optamos por visitar Navarra y para la los últimos días por el Sur de Francia.

Falces

La primera parada del viaje fue Falces, pueblecito situado al suroeste de Navarra, cerca de la Rioja, y al que optamos por distancia de viaje.

Llegamos por la noche a su área de autocaravanas, lugar tranquilo y suficientemente equipado situado en la ribera del río Arga y colindante con los espacios deportivos del pueblo. De lo poco que pudimos ver era que el pueblo se asienta entre el cauce manso del río Arga y dos pequeñas estribaciones montañosas, una de ellas con el Santuario del Salvador iluminado y la otra que forma un cortado en cuyas paredes verticales se observaban cuevas y restos de viviendas, accidente geográficos que encajan y dan su apariencia alargada a Falces.

El Domingo de Ramos aprovechamos para conocer el pueblo y para hacer la ruta que lleva al Santuario del Salvador. Parte desde el final de la calle San Andrés, donde se encuentran los restos de una vivienda medieval echa en la roca con instalaciones para la elaboración del vino, y va bordeando el Castillo de los Moros, mejor dicho las ruinas porque del castillo apenas queda un pequeño vestigio de su torreón y murallas. El camino aunque empinado es corto y en esta época agradecido, porque ofrece poca sombra, un pinar al final.

Ya en la explanada del Santuario, y gracias a la gran visibilidad que nos ofrecía tan esplendido día, teníamos una maravillosa vista del pueblo, alrededores y lejanía. La bajada la hicimos por el camino del Viacrucis que une el Santuario con la Iglesia de Santa María, recorrido más corto pero más empinado y a la vez descansado ya que prácticamente en cada curva tiene un banco para descansar.

Después de visitar la iglesia, de aspecto neoclásico (S. XVIII) pero asentada sobre un templo protogótico del S. XIII, que a mi gusto ofrece mayor atractivo exterior que interior, paseamos por su casco antiguo descubriendo casas nobiliarias y palacetes, cuya fachada principal, en la mayoría de los casos, estaba construida en ladrillo macizo, que atestiguaban el esplendor de otra época, hasta llegar a la Plaza de los Fueros. Allí aprovechamos para tomar un refrigerio y conocer el folclore local, estaba programada una actuación de danza popular.

Aunque se anuncian unos restos romanos, que actúan de reclamo para los turistas, escuchando las recomendaciones de otros autocaravanistas que nos comentaron su escaso valor y relevancia, desistimos de acercarnos.

Lekunberri

La siguiente parada fue Lekunberri, a unos 100 km al norte. Teníamos previsto ir al bosque de Oma que en la guía de Lonely Planet «365 experiencias con tus hijos» , figura en Abárzuza, Navarra, y fiados de ello no lo consultamos con anterioridad, pero tras comprobar la noche antes que realmente estaba en Bizkaia, a unos 150km y fuera de ruta, decidimos adelantar la visita a la Vía Verde de Plazaola, en Lekunberri.

Llegamos por la tarde y aparcamos en el parking, donde pasaríamos la noche. Al ser un parking no tenía ningún tipo de servicio pero no lo necesitábamos.

Debido a la lluvia pasamos la tarde en el vagón de los juegos para los niños y en la Kantina, cafetería que ocupaba una de las casas de la antigua estación de tren, muy bien preparada para que los niños se entretengan jugando, en la otra está la oficina de turismo cerrada los domingo y lunes.

Desde allí parten varias rutas, optamos por las rutas de la vía verde, las que siguen el antiguo trazado del tren. Muy recomendables de hacer andando o en bici, nosotros elegimos la bici. Resulta curiosa por su recorrido la que lleva de Plazaola a Leitza y termina en el túnel de Uitzi, ruta de unos 5 km que atraviesa tres antiguos túneles hasta que se llega al de Uitzi, muy largo, 2,6 km, y que necesita llevar iluminación, más adecuado para hacer con niños más mayores. También está bien la que recorre el cauce del río Larraun hasta llegar a la Presa Mugiro, pero en su primer tramo resulta menos atractiva para los niños. La ventaja en ambas casos es que resultan no tienen pérdida y su dificultad es baja.

Por la tarde, aconsejados por los dueños de la cafetería, fuimos a visitar una quesería en el pueblo cercano de Etxarri. Allí, aparte de vender producto elaborado por ellos, quesos de oveja de la denominación de Idiazabal, cuajada, requesón y también otros productos de la zona, enseñaban y explicaban amablemente todo el proceso de elaboración de los quesos y derivados.

Quedó pendiente la visita a la cueva de Mendukilo por ser lunes y estar cerrado, pero decidimos suplir con la visita a la cueva de Urdax.

Posteriormente marchamos hacía el bosque de Orgi, trayecto muy corto, apenas 25 km, por lo que llegamos a buena hora, pero era de día de cambiar de planes, la lluvia arreciaba y viendo que las previsiones para el día siguiente no eran buenas, daban más lluvias, marchamos en dirección a Urdax, al norte de Navarra y fronterizo con Francia, a ver las cuevas de Ikaburu.

Comarca de Xareta: Urdazubi-Urdax, Zugarramurdi, Sara y Ainoha